Tenía una cita con el diablo y en lugar de eso se encontró la imagen de una mediocridad pretenciosa, que la desFACHAtez del primero está elevando al segundo -son daños colaterales- a los altares de los valores occidentales, y convirtiéndolo en un mártir de la democracia. Pablo Ordaz, enviado especial de El País en Tegucigalpa visitó la Casa Presidencial con la intención de entrevistar a Micheletti. No logró su objetivo porque, al parecer, el salvador de la patria hondureña "estaba muy cansado" en esos momentos. Se quedó así sin la entrevista ansiada con el personaje que gobierna Honduras gracias a un golpe militar. Pero la casualidad, la necesidad, o más bien unos ojos bien abiertos lograron sacar petróleo de una intentona fallida. Una estatua del presidente Zelaya en el tocador de señoras del edificio, fue la anécdota que permitió al periodista elaborar un excelente reportaje a partir de un detalle que para otro quizá hubiera pasado desapercibido. Consiguió mostrar la globalidad a partir de una anécdota. El pretexto sirvió, en este caso, para comprender el contexto. La entrevista con Micheletti estaba en la agenda de todos los medios. Era, de alguna manera, obligada. Sin embargo, la estatua de Zelaya se convirtió en el elemento diferenciador.
Un propósito que vale la pena
Hace 10 meses
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